
Llegamos de noche a Santa Cruz de La Palma, a través de las ventanas de la Global observamos las luces de la ciudad y el magnífico cielo estrellado. Descargamos nuestras mochilas y convertimos el pabellón deportivo en nuestro hogar en apenas unos minutos.
La Isla Bonita ha conseguido desnudar nuestros corazones. Ya no hay caparazones ni fortalezas que nos oscurezcan. Ahora brillamos con nuestra propia luz, que, sumada a la de nuestros compañeros, formamos un haz que hoy solo mira a la isla de La Gomera. Ahora caminamos juntos, con pasos firmes, más seguros, más sonrientes y con un cierto vaivén de nostalgia al pensar en los 5 días de viaje que nos quedan por delante. La Palma ha hecho que hoy pueda llamar familia, a lo que sabía que tarde o temprano iba a ser mi nueva casa, Ru7a.
En la Palma hemos podido realizar colaboraciones ambientales junto al Cabildo entre las que destacan: la erradicación de rabo de gato, embellecimiento de espacios municipales y adecuación de jardines.
Pudimos acercarnos también a la belleza de la isla a través de sendero como el que nos llevo desde el Refugio del Pilar hasta el Ermita de la Virgen del Pino y el camino hacia el Cubo de la Galga. Además visitamos la playa de Nogales, una de las calas salvajes más interesante de España.
La Palma, una isla mágica. Un lugar al que llamar hogar, al que siempre regresar. Una isla que te hace soñar con su cielo, su mar, sus montañas y su gente. Y aunque hoy nos despedimos de esta isla, Ru7a ha dejado huella en La Palma, pero ella también lo ha hecho con nosotros. Gracias por hacernos soñar y querer volver.

















































