
Se inicia una colaboración entre la empresa GLOBAL y el Colectivo Turcón-Ecologistas en Acción, por la que Álvaro Monzón, uno de sus dirigentes nos describe un itinerario, ruta o espacio natural protegido de la Isla de Gran Canaria.
Álvaro Monzón es autor del libro Descubriendo Gran Canaria cuyo éxito de ventas superó cualquier expectativa inicial. Ya se han editado 4.000 ejemplares y Global es uno de sus principales patrocinadores.
Ruta por el Barranco de Azuaje
Es el límite geográfico y administrativo de los municipios de Firgas y Moya. Es además uno de esos barrancos que nacen en la cumbre y desembocan en la mar, aunque a lo largo de su recorrido tiene varios nombres y pequeños barrancos tributarios. Digamos que, a casi 1.620 metros de altitud, concretamente en la degollada de Las Palomas, en la parte alta del municipio de Valleseco, encontramos el nacimiento de este barranco, en ese punto se llama barranco de Crespo, después se une a otros barrancos y pasa a llamarse barranco de La Virgen, después barranco de Guadalupe, a la altura del pueblo de Firgas, y finalmente toma el nombre de Azuaje hasta su desembocadura en la mar, junto al caserío ribereño de San Andrés.
Azuaje tiene un caudal de agua permanente, que es muy evidente, en algunos tramos de su trayectoria, eso le confiere una extraordinaria riqueza biológica, por lo que está más que justificada su visita.

El nombre de Azuaje: un barranco genovés
El barranco de Azuaje es una Reserva Natural Especial por lo que goza de una protección legislativa importante. Aunque a lo largo de su recorrido recibe varios nombre, el topónimo más prevalente es el de Azuaje cuyo origen radica en el apellido de Francisco de Azuaje, antiguo regidor, industrial azucarero del barranco de Guadalupe.
Los genoveses llegan a Canarias por intereses comerciales ampliando sus mercados desde el siglo XV. El primero que aparece en nuestra historia es Damián de Azuaje, hacendado y propietario de un ingenio. 32 genoveses se consolidan en las transacciones comerciales entre Gran Canaria y Cádiz debido principalmente al dominio de las técnicas comerciales y sus amplias influencias. Logran alcanzar el 53% del total de las exportaciones en la primera mitad del siglo XVI.
Evidentemente a lo largo de su trayecto existen numerosos caminos que lo cruzan y lo serpentean. Nosotros, en este primer capítulo, vamos a elegir un camino con mucha historia. Para ello nos remontamos al año 1835 cuando Firgas se separa del municipio de Arucas. Pues bien, según cuentan las crónicas, la primera obra pública que acomete este joven ayuntamiento de Firgas es realizar un camino de piedra para unir su pueblo con el otro vecino, Moya, situado más al oeste.
Aparecen algunos ejemplares dispersos de pinos canarios y llegamos a un pequeño mirador sobre el pozo de Los Gutiérrez.
El camino, en perfecto estado, desciende rodeado de guaydiles, tajinastes, hediondos, vinagreras, etc.., hasta llegar al cauce del barranco de Azuaje, donde nos encontramos el riachuelo de agua. Subiendo por una pista a la izquierda llegaremos al área recreativa de reciente remodelación con mesas y bancos. Aquí podrá disfrutar del agua por el cauce, de los ejemplares de saos canarios y de algunas cascadas de agua de tamaño pequeño.
Este primer tramo de camino tiene unos 3,5 km. Y se hace, cómodamente, en unos 45 minutos.
Después del merecido descanso rodeado de una frondosa vegetación y escuchando los pájaros y las aguas en su precipitada bajada, proseguimos nuestra ruta. Caminamos siguiendo el cauce del barranco en dirección a la costa, pasando por delante de las ruinas del antiguo Balneario de Azuaje. Este balneario se alimentaba de la Fuente Santa, hoy cerrada por unos muros que queda a nuestra izquierda. Delante de la misma está un pequeño rebosadero, donde el visitante comprobara en las rocas, el rastro del agua ferruginosa.
Seguimos caminamos rumbo N-NE, paralelos al riachuelo de agua que favorece un entorno agradable y limpio. Los sauces canarios se acompañan por plantas culinarias que antiguamente eran muy usadas con fines medicinales; por ejemplo el te canario, la alsandara (o sándara) con sus flores rosas, la cola de caballo, que como dice la tradición «la buena está en el lugar desde no se ve el mar». Todas estas plantas las podrá ver a la derecha de nuestro andar.

Nuestra ruta comienza en el mismo centro del pueblo de Firgas. Avanzamos por la calle de la estación de guaguas en dirección a Las Madres, rumbo SW hasta llegar a la calle 18 de julio, donde está la oficina de la policía municipal. 5 minutos de recorrido y a nuestra derecha aparece el camino que baja. Un letrero: “La Capellanía” nos indica la entrada del sendero. Abandonamos el asfalto y bajamos por la pista de hormigón en pronunciada pendiente sorteando algunas casas hasta llegar a una segunda acequia, la llamada «subacequia de San Juan».
Comienza el sendero de tierra y ya vemos a lo lejos la “Casa de las siete ventanas”. Esa es nuestra dirección. El sendero está bien pisado y limpio, y pronto llegamos a una bifurcación que debemos coger a la izquierda bajando. Rodeamos la casa de las siete ventanas para visualizar la parte baja donde hay un grupo de animales. Aquí cogemos nuevamente a la izquierda para ir en busca de la siguiente referencia: un gran tubo metálico oxidado que cruza el camino.

Después un tramo resbaladizo en la umbría por las paredes rocosas, donde aparecen algunos ejemplares de zarzamora, las laderas están tapizas de granadillos y en lo alto sobresale un árbol de color verde intenso. Es un barbusano viejo. Después higueras y almendreros que fueron plantados para jalonar la bajada de turistas desde la antigua Fonda de Firgas hasta el balneario.
Caminando cómodamente por una pista de tierra llegamos a un Horno de Cal. Después la pista se acaba y el camino nos lleva por el lateral derecho de un caidero y una gran cueva. Es un punto delicado de la ruta, que se pasa sin salirnos del camino principal.
Este camino nos permite descender al lecho del barranco que en esta parte ya no lleva agua circulando libremente. Finalizaremos nuestra ruta en el campo de fútbol de San Andrés después de haber recorrido unos 6 kilómetros, en tiempo aproximado de unas dos horas y media.