

Cuando hablamos de sostenibilidad, lo primero que debemos hacer es definir correctamente el término, para que todos y todas entendamos lo mismo sobre dicho concepto.
La sostenibilidad consiste en satisfacer las necesidades de las generaciones actuales sin comprometer a las necesidades de las generaciones futuras, garantizando al mismo tiempo un equilibrio entre el crecimiento económico, el respeto al medioambiente y el bienestar social.
De aquí nace la idea del desarrollo sostenible, como aquel modo de progreso que mantiene ese delicado equilibrio económico, medioambiental y social, hoy; sin poner en peligro los recursos del mañana.
La sostenibilidad ambiental defiende que la naturaleza no es una fuente inagotable de recursos y vela por su protección y uso racional; de ahí la importancia del cuidado del medio ambiente, de la inversión en energías renovables, del ahorro del agua, de la apuesta por la movilidad sostenible, etc.
La sostenibilidad social, fomenta el desarrollo de las personas, comunidades y culturas para conseguir un nivel global de calidad de vida, sanidad y educación igualitaria y equitativa.
La sostenibilidad económica busca impulsar un crecimiento económico que genere riqueza equitativa sin perjudicar los recursos naturales.
Una vez realizada esta introducción necesaria, al hablar de movilidad sostenible, debemos dejar de manifiesto que siempre será objetivamente más sostenible desde el punto de vista económico, social y medioambiental, que 30, 40 o 50 personas se desplacen en transporte público que en sus coches particulares.
Y es que el transporte sostenible es aquel que no consume energía (caminar o ir en bici), aquel que reduce eficientemente el consumo de energía y apuesta por energías limpias y renovables, y/o aquel que logra trasladar al mayor número de personas contaminando menos (el transporte público frente a los coches particulares)
Hablar de sostenibilidad en el sector del transporte es hablar de descarbonización y el reto consiste en trasladar personas y mercancías mediante medios de transporte energéticamente más ecológicos y eficaces: disminuir el consumo de combustibles fósiles y las emisiones de gases de efecto invernadero son pilares para la reducción de los impactos ambientales negativos y contra el cambio climático.
El aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero provocados por el transporte preocupa cada vez más, especialmente en las ciudades, donde los índices de contaminación atmosférica empiezan a ser considerados como un riesgo para la salud pública. La movilidad sostenible contribuye a reducir las emisiones nocivas, y por lo tanto, a disminuir la contaminación atmosférica y mejorar la calidad del aire en las ciudades.
El objetivo de la Unión Europea es cero emisiones netas de gases de efecto invernadero para el año 2050. El reto de conseguir un transporte sostenible es una prioridad estratégica. El sector se encuentra ante una etapa de grandes cambios, motivados fundamentalmente por la introducción de la tecnología en la movilidad y adaptar los modelos de movilidad hacia elementos poco o nada contaminantes y lo más eficientes posible. Reducir la huella de carbono implica la introducción de nuevas flotas y flotas con energías alternativas, así como conducciones eficientes y optimización de recursos.
En términos ecológicos, los beneficios del transporte público son muy elevados. Este podríamos decir que es el elemento diferencial que más está cambiando hacia una vertiente completamente sostenible y que, en todo tipo de entornos, cobra mayor importancia. Y es que, si queremos llegar al objetivo de descarbonización no podemos hacer otra cosa que fomentar el transporte público
El sistema actual de transporte plantea desafíos crecientes y significativos para el medio ambiente. Hasta ahora lo esquemas de movilidad se han centrado en mayor medida en el vehículo privado, de tal manera que la media europea de pasajeros en vehículos privados es de 1,2 personas. Para lograr el cambio es preciso contar con la concienciación de las personas que forman parte del ecosistema social y que serán, en última estancia, quienes lleven a cabo estos desplazamientos entendiendo que la contaminación puede reducirse en gran medida si millones de ciudadanos dejaran el automóvil en sus casas y usaran el transporte público. A su vez, para lograr un cambio de costumbres en la población, se hace imprescindible que el transporte público ofrezca calidad, sea cómodo y práctico. Por tanto, un servicio público para desplazarse ha de ser seguro, confiable y eficiente.
La importancia del transporte público, además de en lo que ha emisiones se refiere, también se resalta por el tiempo, la comodidad y la practicidad de un servicio que tiene que ser una de las primeras opciones para moverse dentro de los núcleos urbanos.
Los beneficios del transporte sostenible son varios, algunos de los cuales van mucho más allá de resolver los problemas del transporte:
Reduce la huella medioambiental: Los sistemas de transporte público reducen el número de vehículos en tránsito, produciendo menos emisiones por pasajero-milla que los vehículos de una sola ocupación.
Crea menos congestión vial: Con menos vehículos privados en las carreteras, habrá menos cogestión vial. Esto significa que la gente puede llegar más rápido a donde necesita estar, incluso en zonas urbanas densas. Con más espacios abiertos, podemos preservar mejor nuestro hábitat natural.
Ahorra dinero: Los desplazamientos en transporte público son más baratos que el mantenimiento y la compra de gasolina para los vehículos privados.
Crea puestos de trabajo: Con la introducción de soluciones de transporte alternativas, las ciudades necesitarán ayuda. Más personas tendrán que trabajar en las estaciones de transporte masivo y en las de carga eléctrica.
Objetivos de equidad: Un aspecto vital del transporte sostenible es su efecto positivo en la sociedad. Las personas, independientemente de sus diferencias económicas, sociales y físicas, pueden acceder al transporte público y a los medios de transporte no motorizados.